sábado, 4 de julio de 2015

El fantasma del ático de la casa Riddle – Florida, EE.UU:


Inicialmente edificada en el año de 1905, la residencia estaba situada en West Palm Beach, pero más tarde terminó por ser trasladada a un parque histórico situado en Royal Palm Beach, conocido como Yesteryear Village. La historia cuenta que el sitio sirvió como una funeraria propiedad de Karl Riddle en 1920. Dicen que la casa está embrujada por un fantasma llamado Joseph, que era uno de los empleados de Riddle.

Se relata que Joseph cometió suicidio en el lugar en una horca en el ático, y que ahora es el área más problemática de la casa. Los visitantes relatan que el fantasma odia a los hombres, especialmente aquellos que intentan entrar en el ático. Además, hay informes frecuentes de los vecinos sobre ruidos cuando no hay nadie en el lugar. La casa es muy famosa, fue objeto de investigación por un equipo de caza fantasmas para un programa de televisión en los EE.UU.

martes, 27 de enero de 2015

Experiencia cercana a la muerte terrorífica





Yo tenía 20 años y lo recuerdo como si fuera ayer. Entré en el coche con mi amigo Gareth. Él había estado bebiendo mucho aquella noche. No debía conducir el coche, pero yo necesitaba a alguien que me llevara a casa, porque era tarde. Habíamos estado discutiendo durante todo el viaje. En un momento de rabia, él golpeó el acelerador con fuerza e intentó dar una vuelta en U. Lo próximo que supe es que yo estaba rodando hacia dentro de un gran espacio en una soga. Comencé a flotar fuera de mi cuerpo y atravesé un extraño túnel de luz. Yo no sabía adónde iba, pero no podía controlar hacia donde era como chupada. Durante una fracción de segundo, pensé que me dirigía hacia el cielo, pero repentinamente algo sucedió. Me detuve en seco en ese túnel y, como un relámpago, empecé a caer más y más rápido.

Sentía que caía verticalmente en una especie de agujero negro. Era tan oscuro que, mientras caía, empecé a escuchar chillidos, gritos, horribles risas y el olor más putrefacto que pueda imaginarse. Entonces, la oscuridad se convirtió en fuego, y yo caía hacia un inmenso horno. El fuego comenzó a consumirme y empecé a chillar. Aterricé sobre mi espalda, choqué con lo que parecían rocas y sentí un dolor horrible por todas partes.

Cuando abrí mis ojos, me di cuenta de que no estaba sola, porque unas extrañas criaturas comenzaron a agarrarme y arrastrarme hacia lo que parecían unas puertas negras inmensas. Empecé a patear y a chillar, gritando a todo pulmón. Recuerdo que una criatura gigante empezó a rasgarme la piel de la espalda con lo que parecían sus afiladas uñas, otra empezó a tirarme del pelo fuertemente, otra me pateó, me tiró, riéndose y burlándose acerca de asuntos personales que parecía conocer de mí...

Recuerdo haber visto repentinamente a Gareth, colgado boca abajo con clavos atravesándole las manos y los pies. Aquellas criaturas empezaron a azotarlo. El fuego lo consumía y la carne de sus manos, pecho y cabeza ya había comenzado a fundirse y a pelarse. Lo miré a la cara. ¡Él estaba aterrorizado! Y empezó a llorar de forma incontrolable, suplicándoles que no lo hicieran. 

Repentinamente, yo grité: Dios mío, por favor, ayúdame... Y, de pronto, una gran succión me arrancó de sus garras y comenzó a llevarme de vuelta al túnel, despertándome ante la voz de una doctora. Ella me dijo que, después de dos horas, yo me había recuperado, pero Gareth no. Aparentemente, mientras ellos intentaban revivirlo, su corazón cedió. La hora de su muerte había sido confirmada media hora antes que la mía.

Hasta hoy juro que todavía puedo oler ese olor a podrido de carne quemada y pelo quemado. Antes, incluso, me solía dar fiebre cada vez que pensaba sobre lo ocurrido a Gareth y sobre dónde estará hoy día.

Bitácora de una investigación




El siguiente texto fue transcrito directamente de documentos encontrados en un laboratorio de pruebas alemán, abandonado por los soldados Aliados tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

(Cinta de audio) La prueba tendrá lugar mañana. El equipo no sabe que esperar. Nuestra misión es ejecutar nuevas investigaciones y transformar los resultados en un arma para la guerra. Recientemente hemos descubierto que el cerebro secreta una sustancia química (previamente desconocida) cuando siente miedo. Por obvias razones, esta prueba puede ser extremadamente peligrosa.

Se seleccionaron dos individuos como objeto de prueba, y según nos informaron, ambos habían sido condenados a muerte, pero ahora serán utilizados como sujetos de este experimento. A los sujetos se les proporcionó una mesa con dos sillas, una cama con un colchón, un librero, un cuaderno y un bolígrafo, así como un área de baño que consiste de un inodoro, un lavabo y un espejo. Los alimentos y el agua se proporcionan a través de una pequeña abertura con cierre hermético. No hay nada más que informar por el momento.

(Documento escrito) Los sujetos A y B están recibiendo un producto químico en dosis pequeñas mezclado con agua. El sujeto A ha bebido la mezcla, hasta el momento no ha mostrado cambios visibles de humor o comportamiento. El sujeto B se rehusó a beber el agua, se le ha suministrado vigorosamente la misma dosis de la sustancia, pero por vía intravenosa. Opuso resistencia, pero fue fácil controlarlo y después inyectarlo. Poco tiempo después parecía nervioso, casi paranoico, y saltaba cuando escuchaba ruidos repentinos. Se les indicó a los sujetos que intentaran permanecer activos, o dormidos, pero que no tuviera episodios de inactividad.

(Documento escrito) Ha tomado tiempo, pero hemos desarrollado una versión en gas del producto químico. Ha demostrado ser eficaz en los humanos, eso podría convertirse en un arma valiosa. Se les aumentó la dosis ligeramente. Ninguno de los sujetos tenía conciencia de que el producto químico estaba siendo inoculado en la habitación. Tras algunos minutos, el sujeto A dejo de leer y comenzó a mirar a su alrededor en la habitación con mucha cautela. Después de aproximadamente una hora, volvió a su lectura. El sujeto B reaccionó de inmediato. Abrió el cuaderno y por vez primera escribió: “¿Qué está pasando? Deja de susurrarme. Ya no quiero escuchar tu voz” en un trozo de papel, arrancó la hoja del cuaderno y la colocó por debajo de la puerta. No hubo respuesta.

(Documento escrito) Observaremos los efectos a largo plazo con bajas cantidades del gas en el sujeto A, y analizaremos los efectos a corto plazo con altas cantidades del gas en el sujeto B. Los resultados son chocantes, por decir lo menos. El sujeto A se volvió progresivamente más inestable. Dejo de leer, no comía, y evitaba el espejo a toda costa. De repente, tomó una actitud muy agresiva, lanzó un libro contra el espejo con una fuerza descomunal, destrozó el objeto. La reacción del sujeto B fue más… curiosa. Comenzó a ver hacia la segunda silla, pero no miraba a la silla, miraba como si estuviera haciendo contacto visual con alguien sentado sobre el mueble. Algo parece ir mal, pero finalmente estamos obteniendo resultados. El Führer estará más que satisfecho.

(Grabación de audio) La voz parece angustiada.

¡No queremos eso! ¿Qué hicimos para que Dios se vengara de esta forma? El sujeto B escapó de la celda, la silla que estaba mirando fue lanzada a través de la habitación, directo al cristal de visualización, rompiéndolo, al instante. Eran 5 cm de espesor, reforzado… ni siquiera tocó la silla… escapó por el hoyo hecho por el impacto (se escucha un grito muy agudo) ¡AYUDA! (se escucha un ruido muy alto). Las aberturas han esparcido el gas al resto de la instalación. La energía cayó, los mató a todos. ¡Mi dios… Oh, no, no, no, no por favor! (se escucha un ruido fuerte, gutural, salvaje, y después sonidos de una intensa lucha).

El resto de la cinta no es más que silencio.

Se encontró una última nota. Parecía haber sido escrita con prisa, casi ilegible.

Están muertos. Todos. Puedo escucharlo en las paredes. Lo escuché susurrándome. Sí… Sí… Por favor, ven y llévame lejos, ya no quiero más de…

La nota termina ahí, el resto del papel está manchado de sangre, es imposible seguir leyendo.

El 23 de abril de 1944, los soldados Aliados encontraron un laboratorio alemán abandonado, con su única puerta sellada. Empleando explosivos, entraron a la fuerza en el laboratorio, estaban ansiosos por saber que había sido tan importante como para que los alemanes se encerraran de tal forma. Se encontraron con 13 cuerpos, 12 de los cuales estaban vestidos como el mismo uniforme, mutilados en incontables partes y uno de ellos partido por la mitad. El 13º cuerpo era algo indescriptible, con ropa marrón y sin cabeza. Una investigación más profunda fue lanzada más tarde por los alemanes para determinar lo que había sucedido, pero fue cancelada después de que muchos soldados alemanes se rehusaran a regresar al laboratorio, no querían poner sus vidas en riesgos. Hasta hoy, nadie sabe lo que sucedió con “B”, pero fue dado por muerto.

No abras la puerta





Hace 2 años, estaban en su casa, tan tranquilos, María, una señora de 40 años que se había divorciado recientemente, con su hijo pequeño de tan solo 8 años. Como era de costumbre María se tenía que ir todas las noches a trabajar, debido a que era una mujer con muchas responsabilidades (tanto en su trabajo como en su casa). Pero aquel día sería muy diferente al resto de los demás; ya que, cuando se encontraban cenando vieron en las noticias que un asesino en serie, muy peligroso y agresivo había escapado del centro penitenciario de la ciudad. Lo más grave de la noticia no era que este interno hubiese escapado, lo peor era que había sido visto pocas manzanas cercanas del hogar de la familia. Esto provocó la incertidumbre de María que al irse al trabajo tenia que dejar a su hijo solo en casa. Maria para prevenir desgracias cerró las ventanas, puertas, y le explicó lo siguiente a su hijo: No habrás ninguna ventana ni las puertas. Aunque llevo las llaves, por si ocurre algo, yo llamaré 3 veces seguidas al timbre o simplemente me reconocerás por la voz y entonces sabrás que soy yo. Llegado el momento, María se fue a trabajar y dejó a su hijo solo. Éste, lleno de miedo, cerró la puerta a cal y canto y se puso a ver la tele para relajar la mente. Al cabo de rato, el chico ya estaba dormido cuando de pronto llaman a la puerta. POM...POM....el chico se despertó y aterrado se dirigió muy despacio hacia la puerta y dijo: ¿Eres tú mamá? La respuesta vino con otra serie de golpes acompañados de un susurro escalofriante que decía: JABREME DA PUETA. El niño atemorizado huyó hacia su habitación donde se pasó la noche llorando y esperando a que llegase su madre, hasta tal punto que se quedó dormido. Al día siguiente cuando se levantó se dio cuenta de que su madre no había vuelto. Y aún con miedo se dirigió a la puerta que conducía a la salida de la casa y se encontró a su madre con las piernas cortadas (por lo que no pudo llegar al timbre), la lengua cortada (por lo que no le pudo reconocer la voz) y totalmente ensangrentada. Desde ese día este chico tuvo que estar hospitalizado en un psiquiátrico y no pudo dormir sin sufrir constantes pesadillas........ Y si os preguntáis por que sé, es por que, simplemente, soy ese niño.

No lo leas, a menos que quieras ayudar......







Primero, quiero pedirle disculpas a todos los que están leyendo esto. De verdad lo lamento. Estoy viniendo a ustedes en un momento de necesidad. Por favor ayúdenme. Lo único que pido de ustedes es que lean la historia completa, eso es lo único que necesito. Mi nombre es Andrea, soy una madre soltera. No les digo esto con el propósito de recibir una medalla o de que me feliciten como muchas otras del círculo social al que pertenezco. 

Ellas sólo quieren palmaditas en la espalda y que les den reconocimiento; sólo quiero algo de tu tiempo. Veo a la maternidad como un fastidio. Es algo necesario, sí, pero es algo fastidioso también. Mi hijo se llama Jesse. Tiene once años. Jesse comenzó el quinto grado como cualquier otro niño. Él era un chico muy alegre, lleno de vida y con mucha energía. Todo eso cambió cuando conoció a Stan este martes. Stan era un estudiante que había acabado de ingresar al colegio. Se sentaba al lado de Jesse. Cuando fui a recoger a Jesse de la escuela él no paraba de decirme que Stan era su nuevo mejor amigo. No parecía actuar como él mismo. Estaba muy pálido y sudoroso. Le tomé la temperatura, pero no tenía fiebre. Le pregunté cómo le había ido en el colegio, pero lo único que decía era que Stan era su mejor amigo. “Stan es mi nuevo mejor amigo” Decía Jesse. “Lo sé, quisiera conocerlo alguna vez” Le respondía yo. 

“Mamá, Stan es genial. Debería presentártelo alguna vez. Es mi mejor amigo. El mejor amigo de todo el mundo entero.” Tuvimos esa misma conversación unas cien veces ese mismo día. Cuando acosté a Jesse en su cama, él me miro con lágrimas en los ojos. Puso su mano enfrente de su cara y me señaló con el dedo para que me acercara un poco. Volteé mi cabeza y él me dijo algo en la oreja que me dio un pequeño escalofrío. En ese momento no sabía
porque me dio un escalofrío, pero lo hizo. “Tú me crees. ¿Verdad?” Me susurró. Me levanté de la cama para poder verlo de frente.

“¿Qué si te creo qué, cariño?” 

“Stan,” Respondió. “Stan es mi mejor amigo.” Asentí con la cabeza y le volví a tomar la temperatura. No parecía tener fiebre, de nuevo. Me fui a mi cama, pero en realidad no pude dormir bien esa noche. El miércoles, cuando iba en camino de llevar a Jesse al colegio, se le veía muy                                                                                                                extraño, me dijo que no quería ir a la escuela hoy. “¿Te sientes mal?” Le pregunté. “No” me contestó. 

Se estaba mordiendo el labio inferior “No. Tengo que ir a clases.” Abrió la puerta del auto y se fue directo a la entrada de la escuela. Sin decirme te quiero. Ni siquiera un adiós, nada. 
Caminó hacia la entrada del colegio con la cabeza baja. Presioné los frenos y di media vuelta para dirigirme al trabajo. Un niño estaba parado enfrente de mi carro. Dos segundos más y lo hubiera arrollado. El chico era pálido, con un cabello de color amarillo casi blanco y ojos de azul claro. Dio unos golpes en la parte delantera del auto como si fuera una puerta dos veces, me saludó, y subió las escaleras camino a la escuela. 

Cuando recogí a Jesse de la escuela ese día, se le veía más animado. Estaba solamente un poco más pálido de lo normal, pero se le veía alegre. Me dijo todo lo que había hecho en la escuela. Me habló sobre dinosaurios, música, matemáticas, y luego me dijo sobre lo que hizo en el receso. “Y después de matemáticas tuvimos receso. Mamá, no creerás lo que hice hoy en el receso” 
“Dime” Le dije, sonriéndome a mí misma mientras conducía. Estaba pensando en las cosas que jugaba yo con mis compañeros cuando tenía su edad. Algo clásico, algo normal. 
“Me uní a una iglesia” Estaba un poco confundida. “¿Te uniste a una iglesia?... ¿En el receso?” Jesse asintió. “La iglesia de Stan.” Creí que era alguna cosa que se habían inventado los chicos para entretenerse. “¿Qué es la iglesia de Stan?” Le pregunté. “Es la iglesia de Stan, Mamá.” Jesse se rió como si hubiera hecho una pregunta obvia. 
“¿Y qué es lo que hacen ahí?
Ya sabes, como miembros de esa iglesia” Le pregunté. “Muchas cosas. Hoy solamente hicimos la iniciación y escuchamos a Stan. Estaba hablando en palabras raras y divertidas, luego todos nos sentíamos cansados y nos acostamos un rato.” Estacioné el auto junto a la casa. “¿Eso fue todo?” Le pregunté. Eso sonaba raro, pero los chicos no parecían estar haciendo nada malo. “Stan nos dio volantes también” Jesse sacó un pedazo de papel arrugado de su bolsillo. Tenía tres palabras escritas en marcador negro. Iglesia de Stan. 

Al día siguiente, cuando fui a recoger a Jesse de la escuela, estaba convencida de que algo de verdad malo le estaba pasando a mi hijo. Estaba muy asustado y nervioso. “¿Qué te ocurre, cariño?” Pregunté, tocando su frente para sentir su temperatura. No tenía fiebre. “Jugamos al juego de las almas hoy” Dijo. Su cabeza estaba de lado. No se quedaba quieto en su asiento. Miraba a todos lados en el camino a casa. “¿El juego de las almas?” Le pregunté. Él sólo asintió con la cabeza, mirando a todos lados como si buscara algo. Una enorme cantidad de sudor corría por su cara. “¿Qué es el juego de las almas?” Pregunté. “Le dije que no quería hacerlo, pero él me dijo que dejaría de ser mi amigo si no jugaba con él.”

“¿Cuándo fue eso? ¿Dónde estaban los profesores?” “Todo ocurrió en la iglesia,” contestó. Luego dijo casi susurrando, “Los adultos no pueden entrar a la iglesia.” “¿La iglesia de Stan?” Jesse asintió, con una lágrima deslizándose por su mejilla.
“¿Qué es el juego de las almas, Jesse? Soy tu madre. Si tienes algún problema sólo dímelo.”
“No puedo decirte, mamá. No puedo. Las reglas son malas. Son muy malas” “¿Y si le pregunto a Stan?” Pregunté “¿Él me dirá las reglas?” “¡NO!” Gritó Jesse, dándome un verdadero susto. “NO LE
PREGUNTES A STAN LAS REGLAS. POR FAVOR, NO LO HAGAS, MAMÁ. POR FAVOR.” 

Estacioné el auto, asustada y confundida. “Promételo, mamá promételo, promételo, promételo, promételo, promételo, promételo por favor.”
Jesse estaba balbuceando, estaba muy asustado. Lo agarré y comencé a sacudirlo, tratando de calmarlo. Se quedó dormido en mis brazos, así que lo llevé a su cama y lo acosté para dormirlo. Sólo necesita dormir. Me decía a mí misma. Lo único que necesita es dormir. Lo dejé en su cama y cené sola. Fui a verlo a su cuarto alrededor de las nueve antes de acostarme. Parecía estar profundamente
dormido. Me desperté inmediatamente al oírlo gritando 18 minutos pasadas las 12 de la noche. Corrí hacia su cuarto, pero no estaba en su cama. Encendí la luz y Jesse salió del closet en el que se escondía, corriendo, como si algo lo persiguiera. Se abrazó a mi pierna, seguía llorando. Traté de calmarlo e intenté preguntarle qué pasaba. Nada de esto tenía sentido. Seguía gritando sobre el juego de las almas. Intenté volverlo a acostar pero no hacía caso.

Finalmente, decidí llevarlo a la cama conmigo. Jesse se durmió inmediatamente. Yo me quedé acostada en mi lado de la cama mirándolo, acariciando su cabello, cuando de repente sus ojos se abrieron y me miró fijamente. “Le contaré las reglas del juego mañana después de clases, señora.” Me
dijo. Luego volvió a cerrar los ojos. ¿Qué le estaba pasando a mi hijo? En la oscuridad, no podía hacer nada más que mirar el techo, moverme de lado a lado y mirar el baño. No pude dormir esa noche. ¿Sabes cuando estás apunto de dormirte pero a veces algo te despierta? A veces imaginas que te tropiezas y caes, y te obliga a despertarte. Eso me pasó por toda la noche, sólo que lo que me despertaba era una silueta que aparecía en la puerta del baño cada vez que se me cerraban los ojos. Pero cada vez que miraba atentamente no lograba ver nada. Cada vez que cerraba los ojos, la
figura aparecía de nuevo, obligándome a despertar, sólo que cada vez aparecía más cerca de mí. Esto siguió pasando toda la noche, hasta que se hizo la hora de llevar a Jesse al colegio. 

Esta mañana Jesse se veía muy distante, como adormecido. Yo estaba igual, pero más exhausta. Pensé en preguntarle a Jesse sobre lo que ocurrió ayer. Pero temía que volviera a pasar lo mismo de ayer. Lo lleve de camino a la escuela. Él no decía nada, parecía un robot; sin vida ni emociones. Tiempo después de haberlo dejado en la escuela recibí una llamada, para que regresara a recogerlo. Había vomitado en clase. Cuando fui a recogerlo. Se le veía igual. Le pregunté varias cosas, pero sólo me rugía como respuesta. Iba a llevarlo al doctor después de que se cambiara de ropa. No dijo nada hasta que llegamos al estacionamiento . “¿Puede Stan venir hoy a casa?” me preguntó. “No te sientes bien, cariño. ¿De verdad quieres que venga hoy?” Le pregunté. Ya quería conocer a este chico, pero no parecía que Jesse quisiera tenerlo en casa. “Sí” Me respondió. “Okay, ¿Tienes el número de sus padres?” “Él ya le preguntó a sus padres, ellos dijeron que podía venir.” “Pues todavía tenemos que esperar a que salga de clases. Y aún así quiero hablar con sus padres.” “Okay.” Jesse bajó del auto y caminamos a la entrada de la casa.

“¿Tienes su número?” Le pregunté, cerrando la puerta. “No” Me contestó. Le preguntaba cómo se suponía que hablaría con sus padres si no tengo su número y si no sé donde viven, pero alguien tocó la puerta. Yo estaba parada justo al lado de ella. Abrí la puerta, y parado en frente de ella estaba el chico pálido de ojos azules que casi atropello el otro día. Una chica muy parecida a él estaba a su
lado. “¿Sí?” Les pregunté. “Hola Driz, ¿Está Jesse en casa?” Dijo el chico. No sé como sabía ese apodo. No me llamaban así desde la universidad, cuando mis amigas me lo habían puesto en una noche de ebriedad, era corto para Drizzy. “No” Le respondí. “Está bien” Dijo la niña que lo acompañaba. “Mi nombre es Devin, y creo que ya conoces a mi hermano Stan.” Stan sonrió y comenzó a hablar. “Las reglas del juego son muy simples. Regla uno: No pasar frente a espejos por la noche. Regla dos: No dejar ninguna puerta abierta cuando te vayas a acostar esta noche. Pregúntale a Jesse sobre la regla tres, y recuerda esto, un rechinido significa que estás haciendo algo mal, un crujido significa que estás a punto de perder. 

Cuando las luces se apaguen de repente, con suerte no verás la silueta oscura observándote en una esquina de la habitación. Con suerte no sentirás su respiración en tu cuello mientras caes al suelo. Y si escuchas un golpeteo. Bueno, con suerte nunca escucharás un golpeteo.” Stan se dio media vuelta y se fue con su hermana. Me les quedé viendo mientras se iban y agité mi cabeza. No iba a ser parte de su estúpido juego. Caminé a la cocina y me encontré con Jesse sentado en una silla a un lado de la mesa, llorando. “¿Qué ocurre, cariño?” Le pregunté. “Escuché un golpeteo” Me dijo entre sollozos. Mi boca estaba seca. “¿Cuándo termina el juego?” Le pregunté. “Nunca,” Me susurró. “El juego nunca termina” Mi corazón estaba latiendo muy rápidamente. “Cuál es la regla número tres, Jesse?” Su cara perdió toda expresión y trató de reunir aliento para decirme la última regla “Regla tres. Una vez que sepas todas las reglas, ya eres un jugador.” Mi corazón se detenía. “¿Qué ocurre cuando pierdes?”

“Cuando sea de noche, los oirás llegar. Les gusta hacerte saber que están cerca.” “¿Quiénes?” “Stan y Devin” Dijo Jesse. “Vendrán de cualquier espejo o puerta abierta y te arrastrarán con ellos.” “¿Cómo
ganas?” “Ganas si le cuentas a más personas las reglas del juego que la persona que te las contó a ti.”

Como dije al principio, lo lamento. Pero gracias por ayudarme. Lo digo sinceramente. Ahora puedo disfrutar mi libertad de nuevo.

Espero que disfruten su noche. Nos veremos

jueves, 22 de enero de 2015

Bajo la cama





El joven Toby McAndrews era un niño terriblemente miedoso y asustadizo a sus nueve años.
A pesar de los incesantes esfuerzos de sus padres por convertirlo en un hombrecito valiente y seguro de sí mismo, les era imposible lograr que su querido hijo, su único hijo, fuese capaz de ir al baño sin encender todas las luces de la casa, o de quedarse dormido, sin que su padre tuviese que quedarse en la habitación esperando.

-¿Qué te asusta tanto, Toby? -Le preguntó su padre, como cada noche, mientras el niño se desvestía, y se ponía su pijama con dibujos de “Daffy Duck”.
Y, como siempre, obtuvo la misma respuesta de boca del pequeño.

-Bajo mi cama hay un monstruo, un monstruo horrible, con dientes enormes -acompañó sus palabras con gestos vehementes, que hicieron sonreír a su padre.

-Vamos, vamos -su padre, con gesto protector, lo sentó sobre sus rodillas-, ya hemos hablado de esto otras veces, bajo tu cama no hay ningún monstruo.

-Pero papi... -Toby lloriqueó apoyando su rubia cabeza en el hombro de su progenitor.

-¡Pero nada! -Llegados a este punto, Mr. McAndrews se vio incapaz de seguir soportando los gimoteos del niño-. Quiero que te metas en tu cama y te duermas, o te llevarás una buena azotaina.

-Si, papá -con lagrimas en los ojos, Toby se metió en su cálida cama, y cerró los párpados.
Su padre se inclinó, y le besó la frente con paternal ternura.
Después, salió del dormitorio, y se reunió con su mujer en la sala de estar.

-¿Ya se ha dormido?

-Sí -Jake tomó asiento en el sofá junto a su esposa, y comenzó a acariciarle el largo cabello negro.
Mientras sus padres jugueteaban en el sofá, Toby abrió los ojos, encendió la luz de su dormitorio y, tras saltar de su cama, se arrodilló en el frío suelo para mirar bajo su lecho.
Una vez comprobado que el monstruo no había entrado en la casa, el niño volvió a meterse en la cama, quedando profundamente dormido en poco tiempo.
-Me preocupa Toby -Jake, medio desnudo, se alzó del sofá y caminó hasta la ventana-. Me preocupa que sea tan miedoso.
-¿A quién habrá salido? -Nora, su esposa, también se acercó a la ventana, rodeando la cintura de su marido con sus brazos delgados y bronceados.
-Me gustaría saberlo -Jake giró sobre sus pies, quedando cara a cara con su mujer-. Pero seguro que a nadie de mi familia.
El Sol penetró por la ventana del dormitorio de Toby, despertando al niño con su calor.
-Buenos días, campeón -su madre entró en el cuarto, llevando una bandeja con un vaso de leche caliente y varias galletas.
El niño se incorporó lentamente, desperezándose, mientras su madre le preparaba la ropa.
-¿Y tus zapatillas? -Nora se arrodilló en el suelo, y metió una mano bajo la cama.
-No sé -Toby peleaba con las mangas de su camisa.
-¿Cómo qué no sabes? -La mujer se incorporó y dirigió al pequeño una mirada desconfiada-. Anoche las dejé bajo tu cama.
-¡Mira, mamá! -La cara de Toby se iluminó con una sonrisa, mientras alzaba las dos zapatillas de deporte.
Su madre, sin embargo, no lo pudo soportar, y lanzó un gemido de angustia al ver el destrozado calzado, que su hijo le mostraba orgulloso.
-¿Qué significa esto? -Bruscamente, su madre le quitó de las manos el calzado-. ¿Tú crees que papá y mamá pueden permitirse el lujo de gastarse setenta dólares en unas zapatillas cada vez que a ti te dé la gana? No somos ricos.
-Pero... -el niño terminó de ponerse el pantalón, y dejó que su madre le pusiera sus viejas zapatillas “Nike”-, yo no he sido.
-¿No? -Nora, con una irónica sonrisa en los labios, le ayudó a ponerse la chaqueta y la cartera del colegio a la espalda.
-Seguro que ha sido él.
-¿Él, quién?
-El monstruo que viene a mi cama por las noches.
-Bueno, jovencito, será mejor que corras, o perderás el bus del cole.
-Vale, mami -se besaron-, hasta la tarde.
-Hablaremos con tu padre, cuando vuelvas del colegio.
El día transcurrió sin demasiados sobresaltos en el hogar de la familia McAndrews.
Nora ocupó el día limpiando y aseando la casa.
Se encontraba en la cocina, preparando la comida, cuando una extraña idea cruzó su mente.
Tomó las destrozadas zapatillas, y se sentó a examinarlas.
A primera vista se apreciaban unos profundos cortes, que parecían producidos por algún objeto terriblemente cortante e irregular; además estaban extrañamente húmedas, como si Toby las hubiese mojado antes de cortarlas.
-¿Por qué habrá hecho algo así? -La mujer dejó caer las zapatillas en el cubo de la basura.
Aquella noche, Toby tuvo una buena reprimenda, y se fue a la cama mucho más temprano de lo habitual.
-Y ya sabes, jovencito -su padre, con el ceño fruncido, lo vigilaba atentamente mientras el niño se ponía su pijama-, castigado toda la semana a no salir con los amigos. En cuanto salgas de la escuela, derecho a casa.
-Pero el monstruo... -lloriqueaba Toby.
-¡No hay monstruos! -Harto de las protestas del pequeño, Jake McAndrews lo apartó de la cama-. ¡Mira, Toby! -Bruscamente, empujó el lecho hacia un lado y, tomando a su hijo por los hombros, le espetó señalando al suelo-. ¡Mira, no hay ningún monstruo! Así que, déjalo ya, ¿vale?
Salió de la habitación dando un portazo, quedando el niño hecho un mar de lágrimas.
Pero antes de dormirse, miró bajo la cama, y dejó un “presente” para su terrible visitante nocturno, pues creía que así lo dejaría en paz.
Pasó la semana del castigo.
Toby siguió mirando bajo la cama, y dejando cosas bajo la misma.
Y llegó el fin de semana.
Y la familia McAndrews decidió pasara el Domingo fuera de casa divirtiéndose.
Llegaron tarde, muertos de cansancio.
Se acostaron temprano.
Toby tenía tanto sueño que, cuando sus padres lo mandaron a la cama, se olvidó de su ritual...
01:30 de la madrugada. Jake y Nora jugaban a juegos de adultos.
-Eres un cochino -susurraba Nora, acariciando el velludo torso de su esposo-. ¡Y estás muy duro!
-¡Calla! -Le ordenó de repente Jake, incorporándose bruscamente.
-¿Qué pasa? -Nora se estiró desnuda sobre la cama-. ¿Me vas a dejar ahora?
-Toby está llorando.
-Tendrá una pesadilla.
-Será un momento -le mandó un beso desde la puerta del dormitorio.
Llegó a la habitación de su hijo.
-¿Toby, estás bien?
Silencio absoluto.
¿El niño dormía?
No se oía su respiración.
Sólo un ruido extraño.
El sonido inconfundible de la carne al ser desgarrada y cortada a dentelladas. De carne al ser masticada de forma salvaje...
-¿¡Toby!? -Jake abrió la puerta.
Pasó Jake el resto de su vida lamentándose de muchas cosas.
Tuvo tiempo de pensar en ellas durante su estancia en una de las celdas acolchadas del hospital psiquiátrico.
Su mente recordaba.
Aquella cosa sujetando el frágil cuerpo de su hijo.
Sus dientes y garras cortando la blanda carne, triturando los huesos...
Su esposa lo encontró acunando el cadáver masacrado.
Ella cayó en un profundo estado catatónico, del que no se recuperó jamás.
¿Quién vive ahora en la casa de los McAndrews?
No importa.
Seguro que bajo alguna de sus camas les espera una sorpresa.