martes, 27 de enero de 2015

Experiencia cercana a la muerte terrorífica





Yo tenía 20 años y lo recuerdo como si fuera ayer. Entré en el coche con mi amigo Gareth. Él había estado bebiendo mucho aquella noche. No debía conducir el coche, pero yo necesitaba a alguien que me llevara a casa, porque era tarde. Habíamos estado discutiendo durante todo el viaje. En un momento de rabia, él golpeó el acelerador con fuerza e intentó dar una vuelta en U. Lo próximo que supe es que yo estaba rodando hacia dentro de un gran espacio en una soga. Comencé a flotar fuera de mi cuerpo y atravesé un extraño túnel de luz. Yo no sabía adónde iba, pero no podía controlar hacia donde era como chupada. Durante una fracción de segundo, pensé que me dirigía hacia el cielo, pero repentinamente algo sucedió. Me detuve en seco en ese túnel y, como un relámpago, empecé a caer más y más rápido.

Sentía que caía verticalmente en una especie de agujero negro. Era tan oscuro que, mientras caía, empecé a escuchar chillidos, gritos, horribles risas y el olor más putrefacto que pueda imaginarse. Entonces, la oscuridad se convirtió en fuego, y yo caía hacia un inmenso horno. El fuego comenzó a consumirme y empecé a chillar. Aterricé sobre mi espalda, choqué con lo que parecían rocas y sentí un dolor horrible por todas partes.

Cuando abrí mis ojos, me di cuenta de que no estaba sola, porque unas extrañas criaturas comenzaron a agarrarme y arrastrarme hacia lo que parecían unas puertas negras inmensas. Empecé a patear y a chillar, gritando a todo pulmón. Recuerdo que una criatura gigante empezó a rasgarme la piel de la espalda con lo que parecían sus afiladas uñas, otra empezó a tirarme del pelo fuertemente, otra me pateó, me tiró, riéndose y burlándose acerca de asuntos personales que parecía conocer de mí...

Recuerdo haber visto repentinamente a Gareth, colgado boca abajo con clavos atravesándole las manos y los pies. Aquellas criaturas empezaron a azotarlo. El fuego lo consumía y la carne de sus manos, pecho y cabeza ya había comenzado a fundirse y a pelarse. Lo miré a la cara. ¡Él estaba aterrorizado! Y empezó a llorar de forma incontrolable, suplicándoles que no lo hicieran. 

Repentinamente, yo grité: Dios mío, por favor, ayúdame... Y, de pronto, una gran succión me arrancó de sus garras y comenzó a llevarme de vuelta al túnel, despertándome ante la voz de una doctora. Ella me dijo que, después de dos horas, yo me había recuperado, pero Gareth no. Aparentemente, mientras ellos intentaban revivirlo, su corazón cedió. La hora de su muerte había sido confirmada media hora antes que la mía.

Hasta hoy juro que todavía puedo oler ese olor a podrido de carne quemada y pelo quemado. Antes, incluso, me solía dar fiebre cada vez que pensaba sobre lo ocurrido a Gareth y sobre dónde estará hoy día.

Bitácora de una investigación




El siguiente texto fue transcrito directamente de documentos encontrados en un laboratorio de pruebas alemán, abandonado por los soldados Aliados tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

(Cinta de audio) La prueba tendrá lugar mañana. El equipo no sabe que esperar. Nuestra misión es ejecutar nuevas investigaciones y transformar los resultados en un arma para la guerra. Recientemente hemos descubierto que el cerebro secreta una sustancia química (previamente desconocida) cuando siente miedo. Por obvias razones, esta prueba puede ser extremadamente peligrosa.

Se seleccionaron dos individuos como objeto de prueba, y según nos informaron, ambos habían sido condenados a muerte, pero ahora serán utilizados como sujetos de este experimento. A los sujetos se les proporcionó una mesa con dos sillas, una cama con un colchón, un librero, un cuaderno y un bolígrafo, así como un área de baño que consiste de un inodoro, un lavabo y un espejo. Los alimentos y el agua se proporcionan a través de una pequeña abertura con cierre hermético. No hay nada más que informar por el momento.

(Documento escrito) Los sujetos A y B están recibiendo un producto químico en dosis pequeñas mezclado con agua. El sujeto A ha bebido la mezcla, hasta el momento no ha mostrado cambios visibles de humor o comportamiento. El sujeto B se rehusó a beber el agua, se le ha suministrado vigorosamente la misma dosis de la sustancia, pero por vía intravenosa. Opuso resistencia, pero fue fácil controlarlo y después inyectarlo. Poco tiempo después parecía nervioso, casi paranoico, y saltaba cuando escuchaba ruidos repentinos. Se les indicó a los sujetos que intentaran permanecer activos, o dormidos, pero que no tuviera episodios de inactividad.

(Documento escrito) Ha tomado tiempo, pero hemos desarrollado una versión en gas del producto químico. Ha demostrado ser eficaz en los humanos, eso podría convertirse en un arma valiosa. Se les aumentó la dosis ligeramente. Ninguno de los sujetos tenía conciencia de que el producto químico estaba siendo inoculado en la habitación. Tras algunos minutos, el sujeto A dejo de leer y comenzó a mirar a su alrededor en la habitación con mucha cautela. Después de aproximadamente una hora, volvió a su lectura. El sujeto B reaccionó de inmediato. Abrió el cuaderno y por vez primera escribió: “¿Qué está pasando? Deja de susurrarme. Ya no quiero escuchar tu voz” en un trozo de papel, arrancó la hoja del cuaderno y la colocó por debajo de la puerta. No hubo respuesta.

(Documento escrito) Observaremos los efectos a largo plazo con bajas cantidades del gas en el sujeto A, y analizaremos los efectos a corto plazo con altas cantidades del gas en el sujeto B. Los resultados son chocantes, por decir lo menos. El sujeto A se volvió progresivamente más inestable. Dejo de leer, no comía, y evitaba el espejo a toda costa. De repente, tomó una actitud muy agresiva, lanzó un libro contra el espejo con una fuerza descomunal, destrozó el objeto. La reacción del sujeto B fue más… curiosa. Comenzó a ver hacia la segunda silla, pero no miraba a la silla, miraba como si estuviera haciendo contacto visual con alguien sentado sobre el mueble. Algo parece ir mal, pero finalmente estamos obteniendo resultados. El Führer estará más que satisfecho.

(Grabación de audio) La voz parece angustiada.

¡No queremos eso! ¿Qué hicimos para que Dios se vengara de esta forma? El sujeto B escapó de la celda, la silla que estaba mirando fue lanzada a través de la habitación, directo al cristal de visualización, rompiéndolo, al instante. Eran 5 cm de espesor, reforzado… ni siquiera tocó la silla… escapó por el hoyo hecho por el impacto (se escucha un grito muy agudo) ¡AYUDA! (se escucha un ruido muy alto). Las aberturas han esparcido el gas al resto de la instalación. La energía cayó, los mató a todos. ¡Mi dios… Oh, no, no, no, no por favor! (se escucha un ruido fuerte, gutural, salvaje, y después sonidos de una intensa lucha).

El resto de la cinta no es más que silencio.

Se encontró una última nota. Parecía haber sido escrita con prisa, casi ilegible.

Están muertos. Todos. Puedo escucharlo en las paredes. Lo escuché susurrándome. Sí… Sí… Por favor, ven y llévame lejos, ya no quiero más de…

La nota termina ahí, el resto del papel está manchado de sangre, es imposible seguir leyendo.

El 23 de abril de 1944, los soldados Aliados encontraron un laboratorio alemán abandonado, con su única puerta sellada. Empleando explosivos, entraron a la fuerza en el laboratorio, estaban ansiosos por saber que había sido tan importante como para que los alemanes se encerraran de tal forma. Se encontraron con 13 cuerpos, 12 de los cuales estaban vestidos como el mismo uniforme, mutilados en incontables partes y uno de ellos partido por la mitad. El 13º cuerpo era algo indescriptible, con ropa marrón y sin cabeza. Una investigación más profunda fue lanzada más tarde por los alemanes para determinar lo que había sucedido, pero fue cancelada después de que muchos soldados alemanes se rehusaran a regresar al laboratorio, no querían poner sus vidas en riesgos. Hasta hoy, nadie sabe lo que sucedió con “B”, pero fue dado por muerto.

No abras la puerta





Hace 2 años, estaban en su casa, tan tranquilos, María, una señora de 40 años que se había divorciado recientemente, con su hijo pequeño de tan solo 8 años. Como era de costumbre María se tenía que ir todas las noches a trabajar, debido a que era una mujer con muchas responsabilidades (tanto en su trabajo como en su casa). Pero aquel día sería muy diferente al resto de los demás; ya que, cuando se encontraban cenando vieron en las noticias que un asesino en serie, muy peligroso y agresivo había escapado del centro penitenciario de la ciudad. Lo más grave de la noticia no era que este interno hubiese escapado, lo peor era que había sido visto pocas manzanas cercanas del hogar de la familia. Esto provocó la incertidumbre de María que al irse al trabajo tenia que dejar a su hijo solo en casa. Maria para prevenir desgracias cerró las ventanas, puertas, y le explicó lo siguiente a su hijo: No habrás ninguna ventana ni las puertas. Aunque llevo las llaves, por si ocurre algo, yo llamaré 3 veces seguidas al timbre o simplemente me reconocerás por la voz y entonces sabrás que soy yo. Llegado el momento, María se fue a trabajar y dejó a su hijo solo. Éste, lleno de miedo, cerró la puerta a cal y canto y se puso a ver la tele para relajar la mente. Al cabo de rato, el chico ya estaba dormido cuando de pronto llaman a la puerta. POM...POM....el chico se despertó y aterrado se dirigió muy despacio hacia la puerta y dijo: ¿Eres tú mamá? La respuesta vino con otra serie de golpes acompañados de un susurro escalofriante que decía: JABREME DA PUETA. El niño atemorizado huyó hacia su habitación donde se pasó la noche llorando y esperando a que llegase su madre, hasta tal punto que se quedó dormido. Al día siguiente cuando se levantó se dio cuenta de que su madre no había vuelto. Y aún con miedo se dirigió a la puerta que conducía a la salida de la casa y se encontró a su madre con las piernas cortadas (por lo que no pudo llegar al timbre), la lengua cortada (por lo que no le pudo reconocer la voz) y totalmente ensangrentada. Desde ese día este chico tuvo que estar hospitalizado en un psiquiátrico y no pudo dormir sin sufrir constantes pesadillas........ Y si os preguntáis por que sé, es por que, simplemente, soy ese niño.

No lo leas, a menos que quieras ayudar......







Primero, quiero pedirle disculpas a todos los que están leyendo esto. De verdad lo lamento. Estoy viniendo a ustedes en un momento de necesidad. Por favor ayúdenme. Lo único que pido de ustedes es que lean la historia completa, eso es lo único que necesito. Mi nombre es Andrea, soy una madre soltera. No les digo esto con el propósito de recibir una medalla o de que me feliciten como muchas otras del círculo social al que pertenezco. 

Ellas sólo quieren palmaditas en la espalda y que les den reconocimiento; sólo quiero algo de tu tiempo. Veo a la maternidad como un fastidio. Es algo necesario, sí, pero es algo fastidioso también. Mi hijo se llama Jesse. Tiene once años. Jesse comenzó el quinto grado como cualquier otro niño. Él era un chico muy alegre, lleno de vida y con mucha energía. Todo eso cambió cuando conoció a Stan este martes. Stan era un estudiante que había acabado de ingresar al colegio. Se sentaba al lado de Jesse. Cuando fui a recoger a Jesse de la escuela él no paraba de decirme que Stan era su nuevo mejor amigo. No parecía actuar como él mismo. Estaba muy pálido y sudoroso. Le tomé la temperatura, pero no tenía fiebre. Le pregunté cómo le había ido en el colegio, pero lo único que decía era que Stan era su mejor amigo. “Stan es mi nuevo mejor amigo” Decía Jesse. “Lo sé, quisiera conocerlo alguna vez” Le respondía yo. 

“Mamá, Stan es genial. Debería presentártelo alguna vez. Es mi mejor amigo. El mejor amigo de todo el mundo entero.” Tuvimos esa misma conversación unas cien veces ese mismo día. Cuando acosté a Jesse en su cama, él me miro con lágrimas en los ojos. Puso su mano enfrente de su cara y me señaló con el dedo para que me acercara un poco. Volteé mi cabeza y él me dijo algo en la oreja que me dio un pequeño escalofrío. En ese momento no sabía
porque me dio un escalofrío, pero lo hizo. “Tú me crees. ¿Verdad?” Me susurró. Me levanté de la cama para poder verlo de frente.

“¿Qué si te creo qué, cariño?” 

“Stan,” Respondió. “Stan es mi mejor amigo.” Asentí con la cabeza y le volví a tomar la temperatura. No parecía tener fiebre, de nuevo. Me fui a mi cama, pero en realidad no pude dormir bien esa noche. El miércoles, cuando iba en camino de llevar a Jesse al colegio, se le veía muy                                                                                                                extraño, me dijo que no quería ir a la escuela hoy. “¿Te sientes mal?” Le pregunté. “No” me contestó. 

Se estaba mordiendo el labio inferior “No. Tengo que ir a clases.” Abrió la puerta del auto y se fue directo a la entrada de la escuela. Sin decirme te quiero. Ni siquiera un adiós, nada. 
Caminó hacia la entrada del colegio con la cabeza baja. Presioné los frenos y di media vuelta para dirigirme al trabajo. Un niño estaba parado enfrente de mi carro. Dos segundos más y lo hubiera arrollado. El chico era pálido, con un cabello de color amarillo casi blanco y ojos de azul claro. Dio unos golpes en la parte delantera del auto como si fuera una puerta dos veces, me saludó, y subió las escaleras camino a la escuela. 

Cuando recogí a Jesse de la escuela ese día, se le veía más animado. Estaba solamente un poco más pálido de lo normal, pero se le veía alegre. Me dijo todo lo que había hecho en la escuela. Me habló sobre dinosaurios, música, matemáticas, y luego me dijo sobre lo que hizo en el receso. “Y después de matemáticas tuvimos receso. Mamá, no creerás lo que hice hoy en el receso” 
“Dime” Le dije, sonriéndome a mí misma mientras conducía. Estaba pensando en las cosas que jugaba yo con mis compañeros cuando tenía su edad. Algo clásico, algo normal. 
“Me uní a una iglesia” Estaba un poco confundida. “¿Te uniste a una iglesia?... ¿En el receso?” Jesse asintió. “La iglesia de Stan.” Creí que era alguna cosa que se habían inventado los chicos para entretenerse. “¿Qué es la iglesia de Stan?” Le pregunté. “Es la iglesia de Stan, Mamá.” Jesse se rió como si hubiera hecho una pregunta obvia. 
“¿Y qué es lo que hacen ahí?
Ya sabes, como miembros de esa iglesia” Le pregunté. “Muchas cosas. Hoy solamente hicimos la iniciación y escuchamos a Stan. Estaba hablando en palabras raras y divertidas, luego todos nos sentíamos cansados y nos acostamos un rato.” Estacioné el auto junto a la casa. “¿Eso fue todo?” Le pregunté. Eso sonaba raro, pero los chicos no parecían estar haciendo nada malo. “Stan nos dio volantes también” Jesse sacó un pedazo de papel arrugado de su bolsillo. Tenía tres palabras escritas en marcador negro. Iglesia de Stan. 

Al día siguiente, cuando fui a recoger a Jesse de la escuela, estaba convencida de que algo de verdad malo le estaba pasando a mi hijo. Estaba muy asustado y nervioso. “¿Qué te ocurre, cariño?” Pregunté, tocando su frente para sentir su temperatura. No tenía fiebre. “Jugamos al juego de las almas hoy” Dijo. Su cabeza estaba de lado. No se quedaba quieto en su asiento. Miraba a todos lados en el camino a casa. “¿El juego de las almas?” Le pregunté. Él sólo asintió con la cabeza, mirando a todos lados como si buscara algo. Una enorme cantidad de sudor corría por su cara. “¿Qué es el juego de las almas?” Pregunté. “Le dije que no quería hacerlo, pero él me dijo que dejaría de ser mi amigo si no jugaba con él.”

“¿Cuándo fue eso? ¿Dónde estaban los profesores?” “Todo ocurrió en la iglesia,” contestó. Luego dijo casi susurrando, “Los adultos no pueden entrar a la iglesia.” “¿La iglesia de Stan?” Jesse asintió, con una lágrima deslizándose por su mejilla.
“¿Qué es el juego de las almas, Jesse? Soy tu madre. Si tienes algún problema sólo dímelo.”
“No puedo decirte, mamá. No puedo. Las reglas son malas. Son muy malas” “¿Y si le pregunto a Stan?” Pregunté “¿Él me dirá las reglas?” “¡NO!” Gritó Jesse, dándome un verdadero susto. “NO LE
PREGUNTES A STAN LAS REGLAS. POR FAVOR, NO LO HAGAS, MAMÁ. POR FAVOR.” 

Estacioné el auto, asustada y confundida. “Promételo, mamá promételo, promételo, promételo, promételo, promételo, promételo por favor.”
Jesse estaba balbuceando, estaba muy asustado. Lo agarré y comencé a sacudirlo, tratando de calmarlo. Se quedó dormido en mis brazos, así que lo llevé a su cama y lo acosté para dormirlo. Sólo necesita dormir. Me decía a mí misma. Lo único que necesita es dormir. Lo dejé en su cama y cené sola. Fui a verlo a su cuarto alrededor de las nueve antes de acostarme. Parecía estar profundamente
dormido. Me desperté inmediatamente al oírlo gritando 18 minutos pasadas las 12 de la noche. Corrí hacia su cuarto, pero no estaba en su cama. Encendí la luz y Jesse salió del closet en el que se escondía, corriendo, como si algo lo persiguiera. Se abrazó a mi pierna, seguía llorando. Traté de calmarlo e intenté preguntarle qué pasaba. Nada de esto tenía sentido. Seguía gritando sobre el juego de las almas. Intenté volverlo a acostar pero no hacía caso.

Finalmente, decidí llevarlo a la cama conmigo. Jesse se durmió inmediatamente. Yo me quedé acostada en mi lado de la cama mirándolo, acariciando su cabello, cuando de repente sus ojos se abrieron y me miró fijamente. “Le contaré las reglas del juego mañana después de clases, señora.” Me
dijo. Luego volvió a cerrar los ojos. ¿Qué le estaba pasando a mi hijo? En la oscuridad, no podía hacer nada más que mirar el techo, moverme de lado a lado y mirar el baño. No pude dormir esa noche. ¿Sabes cuando estás apunto de dormirte pero a veces algo te despierta? A veces imaginas que te tropiezas y caes, y te obliga a despertarte. Eso me pasó por toda la noche, sólo que lo que me despertaba era una silueta que aparecía en la puerta del baño cada vez que se me cerraban los ojos. Pero cada vez que miraba atentamente no lograba ver nada. Cada vez que cerraba los ojos, la
figura aparecía de nuevo, obligándome a despertar, sólo que cada vez aparecía más cerca de mí. Esto siguió pasando toda la noche, hasta que se hizo la hora de llevar a Jesse al colegio. 

Esta mañana Jesse se veía muy distante, como adormecido. Yo estaba igual, pero más exhausta. Pensé en preguntarle a Jesse sobre lo que ocurrió ayer. Pero temía que volviera a pasar lo mismo de ayer. Lo lleve de camino a la escuela. Él no decía nada, parecía un robot; sin vida ni emociones. Tiempo después de haberlo dejado en la escuela recibí una llamada, para que regresara a recogerlo. Había vomitado en clase. Cuando fui a recogerlo. Se le veía igual. Le pregunté varias cosas, pero sólo me rugía como respuesta. Iba a llevarlo al doctor después de que se cambiara de ropa. No dijo nada hasta que llegamos al estacionamiento . “¿Puede Stan venir hoy a casa?” me preguntó. “No te sientes bien, cariño. ¿De verdad quieres que venga hoy?” Le pregunté. Ya quería conocer a este chico, pero no parecía que Jesse quisiera tenerlo en casa. “Sí” Me respondió. “Okay, ¿Tienes el número de sus padres?” “Él ya le preguntó a sus padres, ellos dijeron que podía venir.” “Pues todavía tenemos que esperar a que salga de clases. Y aún así quiero hablar con sus padres.” “Okay.” Jesse bajó del auto y caminamos a la entrada de la casa.

“¿Tienes su número?” Le pregunté, cerrando la puerta. “No” Me contestó. Le preguntaba cómo se suponía que hablaría con sus padres si no tengo su número y si no sé donde viven, pero alguien tocó la puerta. Yo estaba parada justo al lado de ella. Abrí la puerta, y parado en frente de ella estaba el chico pálido de ojos azules que casi atropello el otro día. Una chica muy parecida a él estaba a su
lado. “¿Sí?” Les pregunté. “Hola Driz, ¿Está Jesse en casa?” Dijo el chico. No sé como sabía ese apodo. No me llamaban así desde la universidad, cuando mis amigas me lo habían puesto en una noche de ebriedad, era corto para Drizzy. “No” Le respondí. “Está bien” Dijo la niña que lo acompañaba. “Mi nombre es Devin, y creo que ya conoces a mi hermano Stan.” Stan sonrió y comenzó a hablar. “Las reglas del juego son muy simples. Regla uno: No pasar frente a espejos por la noche. Regla dos: No dejar ninguna puerta abierta cuando te vayas a acostar esta noche. Pregúntale a Jesse sobre la regla tres, y recuerda esto, un rechinido significa que estás haciendo algo mal, un crujido significa que estás a punto de perder. 

Cuando las luces se apaguen de repente, con suerte no verás la silueta oscura observándote en una esquina de la habitación. Con suerte no sentirás su respiración en tu cuello mientras caes al suelo. Y si escuchas un golpeteo. Bueno, con suerte nunca escucharás un golpeteo.” Stan se dio media vuelta y se fue con su hermana. Me les quedé viendo mientras se iban y agité mi cabeza. No iba a ser parte de su estúpido juego. Caminé a la cocina y me encontré con Jesse sentado en una silla a un lado de la mesa, llorando. “¿Qué ocurre, cariño?” Le pregunté. “Escuché un golpeteo” Me dijo entre sollozos. Mi boca estaba seca. “¿Cuándo termina el juego?” Le pregunté. “Nunca,” Me susurró. “El juego nunca termina” Mi corazón estaba latiendo muy rápidamente. “Cuál es la regla número tres, Jesse?” Su cara perdió toda expresión y trató de reunir aliento para decirme la última regla “Regla tres. Una vez que sepas todas las reglas, ya eres un jugador.” Mi corazón se detenía. “¿Qué ocurre cuando pierdes?”

“Cuando sea de noche, los oirás llegar. Les gusta hacerte saber que están cerca.” “¿Quiénes?” “Stan y Devin” Dijo Jesse. “Vendrán de cualquier espejo o puerta abierta y te arrastrarán con ellos.” “¿Cómo
ganas?” “Ganas si le cuentas a más personas las reglas del juego que la persona que te las contó a ti.”

Como dije al principio, lo lamento. Pero gracias por ayudarme. Lo digo sinceramente. Ahora puedo disfrutar mi libertad de nuevo.

Espero que disfruten su noche. Nos veremos

jueves, 22 de enero de 2015

Bajo la cama





El joven Toby McAndrews era un niño terriblemente miedoso y asustadizo a sus nueve años.
A pesar de los incesantes esfuerzos de sus padres por convertirlo en un hombrecito valiente y seguro de sí mismo, les era imposible lograr que su querido hijo, su único hijo, fuese capaz de ir al baño sin encender todas las luces de la casa, o de quedarse dormido, sin que su padre tuviese que quedarse en la habitación esperando.

-¿Qué te asusta tanto, Toby? -Le preguntó su padre, como cada noche, mientras el niño se desvestía, y se ponía su pijama con dibujos de “Daffy Duck”.
Y, como siempre, obtuvo la misma respuesta de boca del pequeño.

-Bajo mi cama hay un monstruo, un monstruo horrible, con dientes enormes -acompañó sus palabras con gestos vehementes, que hicieron sonreír a su padre.

-Vamos, vamos -su padre, con gesto protector, lo sentó sobre sus rodillas-, ya hemos hablado de esto otras veces, bajo tu cama no hay ningún monstruo.

-Pero papi... -Toby lloriqueó apoyando su rubia cabeza en el hombro de su progenitor.

-¡Pero nada! -Llegados a este punto, Mr. McAndrews se vio incapaz de seguir soportando los gimoteos del niño-. Quiero que te metas en tu cama y te duermas, o te llevarás una buena azotaina.

-Si, papá -con lagrimas en los ojos, Toby se metió en su cálida cama, y cerró los párpados.
Su padre se inclinó, y le besó la frente con paternal ternura.
Después, salió del dormitorio, y se reunió con su mujer en la sala de estar.

-¿Ya se ha dormido?

-Sí -Jake tomó asiento en el sofá junto a su esposa, y comenzó a acariciarle el largo cabello negro.
Mientras sus padres jugueteaban en el sofá, Toby abrió los ojos, encendió la luz de su dormitorio y, tras saltar de su cama, se arrodilló en el frío suelo para mirar bajo su lecho.
Una vez comprobado que el monstruo no había entrado en la casa, el niño volvió a meterse en la cama, quedando profundamente dormido en poco tiempo.
-Me preocupa Toby -Jake, medio desnudo, se alzó del sofá y caminó hasta la ventana-. Me preocupa que sea tan miedoso.
-¿A quién habrá salido? -Nora, su esposa, también se acercó a la ventana, rodeando la cintura de su marido con sus brazos delgados y bronceados.
-Me gustaría saberlo -Jake giró sobre sus pies, quedando cara a cara con su mujer-. Pero seguro que a nadie de mi familia.
El Sol penetró por la ventana del dormitorio de Toby, despertando al niño con su calor.
-Buenos días, campeón -su madre entró en el cuarto, llevando una bandeja con un vaso de leche caliente y varias galletas.
El niño se incorporó lentamente, desperezándose, mientras su madre le preparaba la ropa.
-¿Y tus zapatillas? -Nora se arrodilló en el suelo, y metió una mano bajo la cama.
-No sé -Toby peleaba con las mangas de su camisa.
-¿Cómo qué no sabes? -La mujer se incorporó y dirigió al pequeño una mirada desconfiada-. Anoche las dejé bajo tu cama.
-¡Mira, mamá! -La cara de Toby se iluminó con una sonrisa, mientras alzaba las dos zapatillas de deporte.
Su madre, sin embargo, no lo pudo soportar, y lanzó un gemido de angustia al ver el destrozado calzado, que su hijo le mostraba orgulloso.
-¿Qué significa esto? -Bruscamente, su madre le quitó de las manos el calzado-. ¿Tú crees que papá y mamá pueden permitirse el lujo de gastarse setenta dólares en unas zapatillas cada vez que a ti te dé la gana? No somos ricos.
-Pero... -el niño terminó de ponerse el pantalón, y dejó que su madre le pusiera sus viejas zapatillas “Nike”-, yo no he sido.
-¿No? -Nora, con una irónica sonrisa en los labios, le ayudó a ponerse la chaqueta y la cartera del colegio a la espalda.
-Seguro que ha sido él.
-¿Él, quién?
-El monstruo que viene a mi cama por las noches.
-Bueno, jovencito, será mejor que corras, o perderás el bus del cole.
-Vale, mami -se besaron-, hasta la tarde.
-Hablaremos con tu padre, cuando vuelvas del colegio.
El día transcurrió sin demasiados sobresaltos en el hogar de la familia McAndrews.
Nora ocupó el día limpiando y aseando la casa.
Se encontraba en la cocina, preparando la comida, cuando una extraña idea cruzó su mente.
Tomó las destrozadas zapatillas, y se sentó a examinarlas.
A primera vista se apreciaban unos profundos cortes, que parecían producidos por algún objeto terriblemente cortante e irregular; además estaban extrañamente húmedas, como si Toby las hubiese mojado antes de cortarlas.
-¿Por qué habrá hecho algo así? -La mujer dejó caer las zapatillas en el cubo de la basura.
Aquella noche, Toby tuvo una buena reprimenda, y se fue a la cama mucho más temprano de lo habitual.
-Y ya sabes, jovencito -su padre, con el ceño fruncido, lo vigilaba atentamente mientras el niño se ponía su pijama-, castigado toda la semana a no salir con los amigos. En cuanto salgas de la escuela, derecho a casa.
-Pero el monstruo... -lloriqueaba Toby.
-¡No hay monstruos! -Harto de las protestas del pequeño, Jake McAndrews lo apartó de la cama-. ¡Mira, Toby! -Bruscamente, empujó el lecho hacia un lado y, tomando a su hijo por los hombros, le espetó señalando al suelo-. ¡Mira, no hay ningún monstruo! Así que, déjalo ya, ¿vale?
Salió de la habitación dando un portazo, quedando el niño hecho un mar de lágrimas.
Pero antes de dormirse, miró bajo la cama, y dejó un “presente” para su terrible visitante nocturno, pues creía que así lo dejaría en paz.
Pasó la semana del castigo.
Toby siguió mirando bajo la cama, y dejando cosas bajo la misma.
Y llegó el fin de semana.
Y la familia McAndrews decidió pasara el Domingo fuera de casa divirtiéndose.
Llegaron tarde, muertos de cansancio.
Se acostaron temprano.
Toby tenía tanto sueño que, cuando sus padres lo mandaron a la cama, se olvidó de su ritual...
01:30 de la madrugada. Jake y Nora jugaban a juegos de adultos.
-Eres un cochino -susurraba Nora, acariciando el velludo torso de su esposo-. ¡Y estás muy duro!
-¡Calla! -Le ordenó de repente Jake, incorporándose bruscamente.
-¿Qué pasa? -Nora se estiró desnuda sobre la cama-. ¿Me vas a dejar ahora?
-Toby está llorando.
-Tendrá una pesadilla.
-Será un momento -le mandó un beso desde la puerta del dormitorio.
Llegó a la habitación de su hijo.
-¿Toby, estás bien?
Silencio absoluto.
¿El niño dormía?
No se oía su respiración.
Sólo un ruido extraño.
El sonido inconfundible de la carne al ser desgarrada y cortada a dentelladas. De carne al ser masticada de forma salvaje...
-¿¡Toby!? -Jake abrió la puerta.
Pasó Jake el resto de su vida lamentándose de muchas cosas.
Tuvo tiempo de pensar en ellas durante su estancia en una de las celdas acolchadas del hospital psiquiátrico.
Su mente recordaba.
Aquella cosa sujetando el frágil cuerpo de su hijo.
Sus dientes y garras cortando la blanda carne, triturando los huesos...
Su esposa lo encontró acunando el cadáver masacrado.
Ella cayó en un profundo estado catatónico, del que no se recuperó jamás.
¿Quién vive ahora en la casa de los McAndrews?
No importa.
Seguro que bajo alguna de sus camas les espera una sorpresa.

La vecina




Hace un tiempo llego una nueva vecina al conjunto residencial donde yo vivía, era muy atractiva pero algo extraña...no le preste atención al ver lo amigable que era.

Así paso el tiempo, la verdad era muy poco lo que veía a mi vecina, solo me la encontraba cuando yo llegaba de la universidad (por cierto estudio en las noches y llego muy tarde a casa alrededor de las 11 o 11:30 pm), o algunas veces saliendo del conjunto.

Desde hace un tiempo siempre que nos encontrábamos hablábamos un rato y mientras charlábamos hacia ciertos comentarios como: "que buenas piernas tienes" o "Me gusta tu cuerpo " cosas así la verdad pensé que le gustaba...pensé mal

Un día llegaba a casa de la universidad iba muy cansado y no había nadie mas que el celador el cual deje atrás mientras me adentraba en el complejo de apartamentos cuando de la nada salio me vecina muy alegre y me saludo..como negarme al saludo de tan bella dama, me dijo también que recién llegaba y me invito a comer a su departamento, para poder conversar. Como todo un caballero que soy, no lo pensé dos veces y la acompañe, llegamos a su apartamento y sentí algo extraño pero no le preste atención mientras me ponía cómodo mi vecina salia de la cocina con la "Comida" era fruta picada y unos cuadritos de "CARNE" muy deliciosos, no había probado nunca una carne tan deliciosa es mas, no la iba a volver a probar....

Después de cenar me sentí un poco raro, como adormecido, entre un par de copas de vino y sin tener claridad de mis acciones nos besamos y caminamos hacia su habitación mientras me besaba y nos desnudábamos rápidamente.....cuando desperté me encontraba amarrado en una de las habitaciones junto con algunos otros vecinos de mi barrio, al bajar la mirada me fije que me faltaba parte de mi pierna me encontraba muy asustado en ese momento entro mi vecina llena de sangre con un cuchillo y con una risa burlona me dijo : "ME ENCANTA TU CUERPO Y QUE BUENA ¨PIERNA TIENES" y me corto otro pedazo de carne espero que algún día me encuentren mientras tanto sirvo como alimento a mi vecina poco a poco...........

La chica del Campanario




Esta historia que les voy a contar, sucedió de verdad les ruego que me crean. Hace unos meses fui a la playa con mi mejor amiga y su mamá, mi amiga se llamaba Carla y su madre Andrea, nos fuimos temprano en la mañana para llegar a mediodía a la playa para disfrutar de un día soleado, pero fue todo lo contrario.

Nosotras arrendamos una casa al lado de una antigua iglesia a la que últimamente nadie iba, nadie sabe porque.
Esa misma noche dormimos en piezas separadas y todo iba muy bien hasta que oí un grito que provenía de la calle, cuando salimos mi amigo y yo, sólo por curiosidad, no vimos a nadie pero cuando miré hacia el segundo piso de la iglesia, en el campanario, me quedé helada, pude ver una chica vestida de blanco mirándome fijamente a los ojos desde allí arriba, me asusté y salí corriendo hacia la casa encerrándome en mi cuarto, yo miraba desde la ventana pero ya no había nadie en el campanario, a los pocos minutos me quedé dormida.

De repente me desperté por un ruido a las 4:30 de la madrugada y me di cuenta que eran las campanas que estaban sonando:
- ¿Quién podría ser la persona que está tocando las campanas a las 4:30 de la madrugada?, al mirar hacia la ventana la vi, era ella, la chica que había visto antes.

A la mañana siguiente fui a donde la dueña de nuestra casa para pagarle y le pregunté que si por casualidad había oído sonar las campanas durante la noche, ella me dijo que sí y que esa chica había muerto en un accidente, dentro, en la misma iglesia. Le pregunté la causa de la muerte y me comentó que un día ella se iba a casar con un hombre muy lindo, se querían mucho pero lamentablemente ese hombre murió asesinado justo antes de llegar a la iglesia, ella por la tristeza y desesperación subió las escaleras del campanario para estar sola unos instantes pero al llegar al segundo piso y sin darse cuenta tropezó con uno de los escalones, la caída fue mortal.
Todo esto ocurrió a las 4.30 de la tarde.
Ahora mi hermana esta viviendo en esa playa y me cuenta que en ocasiones la ve paseando, se dice que busca el cuerpo de su amado y que toca las campanas para pedir ayuda.

Compromiso eterno





No recuerdo con exactitud cuándo sucedió lo que voy a contar, solamente recuerdo que había ido a visitar a unos amigos a los que muy pocas veces tenía el gusto de ver, más que nada por la gran distancia que había entre el lugar en el que ellos vivían y el mío. Por esto es que, al vernos, pasábamos el día entero recordando las anécdotas que tuvimos la suerte de vivir en otros tiempos. Por lo regular nuestra plática se extendía hasta la madrugada y aquella vez no fue la excepción.

Tras despedirme de mis amigos comencé a caminar por las solitarias calles en dirección a mi casa, sin embargo después de apenas unos minutos, vi a una hermosa joven que caminaba en sentido opuesto al mío, lo cual me pareció muy extraño debido a la hora. En el momento en el que ella pasó junto a mí, no fui capaz de resistirme a hablarle, y usé como pretexto el hecho de que yo no conocía bien esos lugares. En este punto tengo que decir que aunque sé perfectamente que esto era una tontería, la belleza de la joven me cautivó tanto que hubiera hecho cualquier cosa con tal de conocerla. Ella respondió amablemente la pregunta que le hice, así que me atreví a preguntarle su nombre y ella me dijo que se llamaba Elizabeth. Entonces le pregunté qué hacía afuera de su casa a esas horas, ella respondió que no quería sentirse "atrapada" en ese lugar por ahora. Al ver la profunda tristeza en su bello rostro al decir estas palabras, no quise insistir más con el tema, pues no quería molestar a la mujer más bonita que yo había visto en toda mi vida. De la forma más educada posible, le pregunté si había un lugar en el que pudiéramos platicar tranquilamente, Elizabeth me dijo que a tres cuadras de donde estabamos, se encontraba un pequeño parque al que ella solía ir para pensar mejor las cosas.

Una vez en el parque Elizabeth quiso compartir conmigo aquello que le molestaba, lo cual era la obstinación que tenía su madre en tratar de hacerla más sociable y extrovertida, cosa que a Elizabeth no le agradaba en lo más mínimo pues su carácter era introvertido por naturaleza, y de hecho ella me contó que nunca se había llevado bien con ninguna persona, por lo menos no hasta ese momento. Al oír esto, y sin dejar de verla a los ojos la rodeé con uno de mis brazos y la abracé fuertemente. De esta manera me di cuenta que ella estaba heladísima, sin importar la ropa de estilo conservador (pero elegante) que llevaba. Entonces le ofrecí mi chamarra, la misma que alguna vez me había prometido a mí mismo, que solamente "mi chica" podría usar.

Después de un rato hablando de varias cosas, me ofrecí a llevarla a su casa e insistí en quedarme afuera de ésta, hasta que ella entrara por la puerta. Elizabeth me dijo que si sus padres me veían cuando ella abriera la puerta, iba a tener muchos problemas, así que me pidió por favor que me marchara antes de entrar. Aunque no me agradaba nada la idea de dejarla sola ni por un segundo, acepté de mala gana su petición, pues no quería que Elizabeth tuviera algún problema por culpa mía. Antes de partir del lugar Elizabeth me preguntó que si era posible volver a vernos, yo le dije que podía ser cuando ella quisiera, mañana mismo si no tenía ningún inconveniente. Entonces ella sonrió y me dijo que le parecía perfecto vernos mañana, y añadió que era una promesa y que no la olvidará.

Al otro día fui desde temprano con mis amigos para reclamarles por qué motivo no me habían dicho nada acerca de una joven tan dulce y bonita como Elizabeth. Cuando dije esto mis amigos se estremecieron súbitamente, como si hubiera dicho algo inapropiado. Uno de ellos me respondió que no conocían a nadie con ese nombre. Sin embargo debido a que la casa de Elizabeth estaba apenas a una cuadra de distancia, y a la reacción que tuvieron cuando mencioné el nombre de Elizabeth, en un principio me pareció una mentira lo dicho por mi amigo, y para ser honesto llegué a pensar que si negaba conocerla, era porque él o alguien más tenía algún tipo de interés en Elizabeth, en mi Elizabeth. Pero como después de tantos años mi amigo conocía todos los problemas que he tenido y causado por culpa de los celos, me dijo en un tono muy serio, que ellos realmente no conocían a ninguna joven con ese nombre, no al menos con vida...

Lo que mis amigos me contaron en aquel momento me obligó a preguntarle a un gran número de personas que vivían por los alrededores, que era lo que sabían acerca de Elizabeth, y para mi sorpresa y decepción todos me dijeron lo mismo que mis amigos: que ella había sido una hermosa y solitaria joven, que un día sorpresivamente le quitó la vida a sus padres a causa de la necedad e insistencia de su madre por tratar de forzarla a hacer amigos, a pesar de las negativas de Elizabeth. La cual después de haber asesinado a sus padres tomó varios medicamentos que la hicieron caer en un sueño del que ya no despertó.

Incluso después de oír esta horrible historia de varias personas distintas, aún me negaba a creer que la Elizabeth que había conocido una noche antes hubiera sido capaz de hacer algo así. Ni que decir del hecho de que ella ya no era parte de este mundo. Para terminar con mis dudas le pedí a mis amigos que me llevaran a la tumba de Elizabeth. Dentro del cementerio la única esperanza que tenía de que todo fuera una mentira y nada más, se hizo pedazos al estar frente a su sepulcro. En ese instante le dije a mis amigos que me acompañaran a mi casa pues no soportaba estar más tiempo en aquel lugar tan lúgubre.

Por la noche de ese mismo día empezaron a ocurrir extraños sucesos en mi casa: objetos que se caían de su lugar sin motivo aparente, puertas que se cerraban de forma violenta, a pesar de que no acostumbro a dejar abiertas las ventanas de mi casa, y algunas otras cosas fuera de lo normal. Con el pasar de los días, este tipo de manifestaciones han ido incrementándose tanto en intensidad, como en rareza. Por ejemplo: la otra vez creí ver la silueta de Elizabeth caminando dentro del espejo que tengo en mi habitación, pero al observar detenidamente el espejo por algunos minutos no volví a ver nada extraño. Sin embargo, esta no ha sido la única vez que he visto a Elizabeth, hace apenas cinco noches estaba dormido de forma normal, cuando de la nada sentí que alguien me veía desde afuera de mi ventana, lo cual me hizo despertar y voltear a ver hacia esta, fue de este modo que logré ver una sombra de aspecto femenino que desapareció casi de inmediato, sin importar que mi habitación se encuentra en el segundo piso y la ventana da hacia la calle.

Por estas razones es que ahora escribo esto, pues quiero que se conozca la historia de Elizabeth, quien se debe de sentir traicionada porque yo no cumplí con nuestra promesa de ir al parque al día siguente de habernos conocido. Admito que en un principio tuve miedo, de ir con ella, pero ahora he dejado de ser débil y he aceptado mi destino, así que no voy a tratar de escapar de ella, al contrario, me he dado cuenta que la vida sin Elizabeth no tiene ningún sentido.

Sé que ella no tarda en llegar, pues desde hace unos momentos la temperatura bajó repentinamente, además me pareció escuchar unos pasos cerca de la puerta de la entrada, la cual se encuentra totalmente cerrada con llave.

La espera ha terminado, estas son las últimas palabras que escribo, pues estoy seguro que ella se encuentra ahora mismo a mis espaldas, es momento que cumpla mi promesa...

Reto de valor






En un orfanáto de Tailandia los niños constantemente se hacian travesuras y bromas entre si, cosa que molestaba mucho a la srta.Yenko, quién siempre traia consigo un carácter mal humorado.
En una ocasión, los niños estaban planeando una broma a Reiko, uno de los niños mas traviesos, pero fueron sorprendidos por la srta.Yenko y los castigó mandandolos a dormir.
Los niños la odiaban, les parecia una mujer cascarrabias y nada divertida.
Esa misma noche la srta.Yenko, entró a checar los dormitorios de los niños para ver si estaban durmiendo. Entre las multiples camas vió despierto a uno de los niños, se trataba de Reiko el niño bromista.
- Reiko ¿que haces despierto?-preguntó la srta.Yenko molesta.
- Es que, me estaba preguntando, porque siempre esta usted enojada con nosotros, ¿acáso no nos quiere?
La señorita Yenko contesto:
-Como no los voy a querer, siempre me preocupo por ustedes, por eso mismo los regaño ya duermete.
-Usted no es nada divertida, siempre está amargada.
En eso los niños, abren sus ojos y comentan...es cierto srta.Yenko, porque usted no se divierte como nosotros, este orfanato es aburrido, usted no entiende como nos sentimos.
La srta.Yenko, se los quedó mirando un instánte y luego les respondió:
- Acérquense niños, les contaré una historia, pónganse cómodos y escuchen con atención.
‪#‎Hace‬ ya mucho tiempo, una niña llamada Hiromi, fue abandonada en un basurero por sus padres después de que estos le propinaron una severa golpiza con cables, palos y cuchillos hasta casi matarla. El gobierno decidió integrarla en este orfanato.
Debido a las cicatrices que Hiromi presentaba en el rostro y partes de su cuerpo, los y las niñas se burlaban de ella en especial Sayko una niña lider en el orfarnato.
Sayko se habia ganado el liderazgo y respeto de los niños por ser la mas valiente. Sayko constantemente retaba a los niños a realizar cosas extremas, pero nadie se atrevia por miedo, solo la misma Sayko era quién lograba cumplir los retos.
Un dia alguien se atrevió a retarla, extrañamente se trataba de Hiromi.
"Si gano el reto, me dejarás de molestar" fue la condición que púso Hiromi a Sayko.
Sayko segura de que ganaria aceptó, y le dió la oportunidad a Hiromi de que eligiera el reto a cumplir. La pequeña Hiromi de 6 años propúso el reto de pasar toda la noche en el patio descalzas y sin cobertor solo con sus fondos de dormir, Sayko aceptó el reto.
La noche llegó y ambas niñas de un modo escurridiso lograron salir al patio a cumplir el reto.
El frio era intenso, habia demasiado viento pero sin importar ambas permanecian de pie en el patio.
Pasaron tres horas, Sayko comenzó a sentir dolor en las extremidades, su sangre comenzaba a helarse. Volteaba temblorosamente, a ver a Hiromi quién permanecia temblando quizas mas que ella, sus fondos revoloteaban mas que sus cabellos por la constante corriente helada de aire.
Sayko empezó a sentir mucho dolor, un dolor insoportable en su pecho, la garganta se le cerraba, el temblor de su cuerpo comenzó a ser incontrolable.
Sayko volteó su mirada hacia Hiromi, y pudo ver que la pequeña temblaba más que ella, incluso parecia estar llorando. Sayko queriendo aprovechar la ocasion, trato de convencer a Hiromi de que se rindiera. Pero Hiromi continuaba con en el reto. Sayko no soportó mas el frio y decidió rendirse, tomó su cobertor y se introdujo temblando hacia el dormitorio. Hiromi entre el dolor por el frio y la alegria de haber ganado el reto, tambien se dirigio al dormitorio.
Al otro dia Hiromi se habia convertido en la mas valiente del orfanato.
Pero Sayko no le permitiria quedarse con el titulo, asi que la reto de nuevo.
Hiromi se vió en la obligacion de aceptar, pues de no hacerlo, perdería el titulo de la más valiente por lo mismo.
Sayko propuso el reto, pero esta vez no seria de resistencia, sino de valor.
El problema de los retos de valor es que Hiromi tendría que vencerlo sola y demostrarles a todos los niños su valentía.
En el Orfanato se decía, que en la azotea, habia un cuarto en donde guardaban los juguetes que las gente donaba, los cuales eran vendidos para mantener los gastos del orfanato.
El reto que Sayko le púso a Hiromi fue el de traer uno de esos juguetes al dormitorio. Pero tendria que hacerlo en la noche, solo asi, sería realmente digna al titulo de la más valiente del orfanato.
Esa misma noche, Sayko abrio la puerta del dormitorio con un alambre, y le dijo a Hiromi
-De acuerdo, ya está! sal y traénos un juguete.
La pequeña Hiromi acostumbrada a cosas peores, se dirigió hacia la azotea a travez de las escaleras. Al llegar a la puerta que da a la azotea, noto que estaba abierta, y tenia una nota que decia:
"La abrí en la tarde, cierrala al volver...si es que vuelves"
Atte.Sayko
Hiromi cruzó la puerta y salió a la azotea, el frio y viento le recordaban la otra noche en que reto a Sayko.
A lo lejos entre la oscuridad del techo, Hiromi alcanzó a ver un cuarto oscuro, conteniendo el frio se apresuró a ir hacia el y tomar el juguete.
Al llegar a la puerta del cuarto la abrió y efectivamente, en el cuarto se hallaban costales llenos de juguetes.
Hiromi se emocionó muchisimo, al ver lo que para ella, parecia ser un tesoro.
Pero lo que mas le llamó la atención fué una pequeña muñeca de 3cm. la cuál estaba muy bien detallada.
Hiromi la tomó y salio del cuarto de juguetes.
Ahora solo tendria que regresar a la puerta que lleva al interior.
Hiromi caminaba emocionada admirando la muñeca, hasta el frio se le quitó de la emoción.
Al llegar a la puerta notó que estaba cerrada. Hiromi trataba de abrirla pero al parecer estaba atorada con una piedra.
De pronto una silueta blanca aparece a su lado y le dice..."¡Booooo!!! ¡Te llevaré conmigo al mas allá!!!"
Hiromi en un gesto de rabia y valor, exclamó...
"Jamás" y tomó la piedra que trababa la puerta y la arrojó al espectro golpeando lo que parecia ser su cabeza... este se fué haciendo hacia atras y se fué al precipicio.
Hiromi cruzó la puerta, la cerró, bajo las escaleras y entró al dormitorio, mostrandoles a todas las niñas la muñeca.
Y exclamó con alegria...
-"Ahora ya soy la mas valiente del orfanato Sayko"
-¿Sayko? ¿donde está Sayko?...preguntó Hiromi a las niñas al ver que Sayko no estaba entre ellas.
Las niñas respondieron:
Sayko nos dijo que iba al baño justo despues de que saliste y se llevó su sábana porque tenia frio.
En ese momento Hiromi supó lo que habia hecho y a partir de ese entonces nunca volvió a sonreir. Hiromi núnca fué adoptada por nadie debido a lo sucedido.
-Un momento Srta.Yenko lamento inrterrumpirla, acábo de recordar que el nombre completo de usted es Hiromi Yenko.
Acáso ¿es usted es la Hiromi de la historia? - preguntó Reiko algo asustado.
La srta.Yenko le contestó:
"jamás pregunten lo que no quieren saber"

miércoles, 21 de enero de 2015

La cola del diablo






En el hospital las horas se sucedían muy lentamente, sobre todo en el turno de noche, y las enfermeras tenían la costumbre de contarse historias entre ellas, de todo tipo: divertidas, dramáticas, de terror y de amor. Pero eran las historias de terror las que preferían las novatas. Una vez, una de las enfermeras más viejas, Mercedes, durante una noche contó lo siguiente:
“Hace mucho tiempo, en la década de los setenta, tuvimos como paciente a un anciano de unos ochenta años, el señor Moore, que llegó al hospital con un cuadro agudo de peritonitis. Lo operaron de urgencia y en esa misma operación descubrieron que sus tripas estaban carcomidas por el cáncer. Los doctores cerraron la herida y luego lo pusieron en la sala del pabellón tres, donde generalmente van a parar los pacientes que ya no tienen más remedio.
Nadie quería atender al señor Moore. Las drogas y el dolor lo habían vuelto loco. Era muy agresivo y mordió en varias ocasiones a las enfermeras más distraídas. Lo ataron a la cama, pero aún así trataba de mordernos si nos acercábamos demasiado. Sus dientes castañeaban en el aire y aún recuerdo ese ruido escalofriante que hacían al chocar entre sí: “tic tic tic tic”.
Una noche, escuché el timbre de uno de los pacientes y al ver el tablero me di cuenta que se trataba de la habitación de Moore. Como yo era la más nueva generalmente me mandaban a mí, por lo que no tuve más remedio que ir a ver qué pasaba. Pero cuando llegué a la habitación me encontré con una sorpresa. La cama de Moore estaba vacía, y había sangre en el centro de las sábanas. Mucha sangre. El paciente que compartía la habitación con él era quien había apretado el timbre, para alertarnos. Salí de la habitación para buscarlo, y de repente me sentí embargada por un terror inexplicable, que me sacudió de pies a cabeza. Ustedes saben que el pabellón tres es un lugar de por sí tétrico, la gente muere ahí todos los días, se escuchan lamentos, llantos, gemidos. Los pasillos siempre están mal iluminados y huele muy mal, aunque una termina por acostumbrarse. Miré hacia abajo y vi que un rastro de sangre se dirigía hacia los ascensores. Seguí el rastro con la mirada y al llegar al extremo del pasillo, donde hay una curva, vi que algo se arrastraba sobre el suelo. Parecía una serpiente, al principio pensé que era una serpiente, pero luego, con horror, me di cuenta que se trataban de las tripas del señor Moore.
Se le había abierto la herida y arrastraba las tripas como una horrible cola de unos diez metros de longitud. Se tambaleaba en dirección a la puerta abierta del ascensor, con aquella asquerosidad siguiéndolo. Corrí hacia él y resbalé en la sangre del piso. Y creo que fue una suerte, porque cuando el señor Moore se metió al ascensor se dio vuelta y me sonrió. Fue la sonrisa más maligna y demencial que vi en mi vida. Sus ojos estaban negros por el dolor o la locura. Apretó el botón de la planta baja, y las puertas del ascensor se cerraron. Y gran parte de sus tripas había quedado afuera.
No necesito decirles lo que ocurrió cuando el ascensor bajó, tampoco quiero hacerlo, porque fue repugnante y estremecedor. Incluso los médicos más experimentados vomitaban al ver el interior del ascensor. Pero el horror no terminó allí. Al cabo de una semana de haber muerto el señor Moore, una enfermera dijo haber visto a un anciano caminando por el pasillo del pabellón tres, con las tripas siguiéndolo como un rabo. La enfermera renunció algunos días después, y el mito del fantasma del señor Moore quedó, aunque nadie volvió a verlo”.
Apenas la enfermera Mercedes terminó de contar esto, una de las novatas señaló con cara de espanto hacia el pasillo. Allí, a través de la puerta entreabierta, podía verse un intestino largo y ensangrentado, que con lentitud de gusano se arrastraba sobre el suelo en dirección a los ascensores.

Una noche en el hospital






Al despertar sobre aquella cama en el hospital, lo primero que vino a mi mente fue el coche rojo apareciendo de súbito en la esquina, y mi moto chocando y estallando en llamas cerca de un poste de la luz. Recordé las interminables volteretas en el aire y finalmente el doloroso choque contra el asfalto mojado. Luego, la oscuridad.
Me incorporé de la cama y miré hacia los pies. Esperaba encontrar mi cuerpo cubierto de yeso, pero me sorprendió descubrir que ni siquiera tenía una escayola en el brazo. Había salido milagrosamente ileso del accidente, y apenas si me dolía la cabeza, aunque me sentía más mareado que otra cosa. Giré la vista hacia la ventana; pese a que las celosías estaban cerradas supuse que debía ser de noche, porque el hospital estaba en calma y no se escuchaba el bullicio habitual de un sanatorio durante las horas diurnas.
-Parece que fue un accidente con suerte- dijo una voz a mi derecha. Miré en esa dirección, y vi a un anciano recostado en la cama vecina, que leía un libro. Le dije que sí, que probablemente así había sido, y luego le pregunté si sabía cómo llamar a las enfermeras.
-Tiene un timbre ahí al costado- dijo el viejo, con gestos sorprendidos-. ¿Acaso le duele algo?
-No, pero tengo sed. Mucha sed. ¿Hace mucho que estoy aquí?
-No tengo idea, amigo. A mí me trajeron esta mañana, y usted ya estaba en la sala.
Toqué timbre varias veces, pero la enfermera nunca apareció. De verdad me moría de sed, así que me levanté y me metí al baño y tomé agua del grifo. Cuando regresé, el viejo parecía dormido y su cuerpo flotaba, como un globo, a unos cuarenta centímetros de la cama. Comenzó a convulsionar, y cuando abrió los ojos vi que los tenía en sangre y su rostro hacía muecas de dolor o sufrimiento. Salí de la habitación y cerré la puerta detrás de mí, con el corazón enloquecido en mi pecho. En ese momento, por el largo pasillo del pabellón, un paciente caminaba apoyado en un trípode. Tenía la bata abierta y había cosas que se movían en su espalda; volteó para mirarme, y su rostro era un cráneo sin ojos. Corrí en dirección opuesta y me encontré con la sala de enfermeras al final del pasillo. No había nadie allí, aunque me llamó la atención que el lugar estuviese tan sucio y desordenado, como si no se usara durante años. Algunos azulejos habían caído de las paredes y el mueble del escritorio estaba cubierto de polvo y de trozos de mampostería desprendidos del techo. Ante mi desconcertada mirada, el lugar se fue haciendo más y más vetusto, las paredes se fueron cubriendo de moho, las luces del techo titilaron y luego se apagaron, más trozos de mampostería cayeron y algunos vidrios de los ventanales estallaron hacia adentro con un estridente chirrido. Seguí corriendo y me encontré con una escalera: la bajé a toda prisa mientras percibía que el hospital entero temblaba sobre sus cimientos, como si fuera a desplomarse de un momento a otro. Finalmente encontré la salida y me abalancé sobre ella. Corrí unos metros en la noche y luego me detuve y miré hacia atrás, pero mi sorpresa fue completa al descubrir que allí no había ningún hospital, sólo un terreno cubierto de pastizales tan altos como hombres.
Caminé unos pasos por la calle desierta, sin saber qué hacer. Enseguida me encontré con el vigilante del barrio que refugiado en su garita trataba de encender un cigarrillo.
-Hombre, no sabe lo que acabo de ver- le dije con voz temblorosa. El vigilante no me prestó atención, por lo que seguí caminando. Dos cuadras más adelante me topé con un grupo de personas reunido en la calle. Cuando me arrimé vi el coche rojo destrozado, y mi motocicleta hecha un amasijo de hierros retorcidos en la acera. Había un cuerpo inerte sobre una camilla, bañado por las luces intermitentes de la ambulancia. Me acerqué a tiempo para contemplar mi rostro ensangrentado y desfigurado, los ojos ya sin vida, antes de que uno de los paramédicos lo cubriera con una sábana. 

El Horno maldito








Esta historia ocurrió en un barrio de Santa Fé capital, más exactamente en una escuela. Estaba entrando al salón de clases cuando alguien mencionó:
¿Dónde esta Gustavo?
Luego sólo se escuchó silencio, cuando entramos al salón la profesora se dio cuenta de que Gustavo no estaba, y se sorprendió mucho ya que era el niño mas estudioso de la escuela, ni siquiera faltaba cuando estaba enfermo, era muy extraño no verlo. Yo escuché algunas historias de lo que le pasó, pero no creí en nada de esas estupideces. Así que fui a preguntarle a la portera sin esperar respuesta alguna, pero ella me dijo que a él lo había atrapado el demonio del horno, por supuesto no le creí, pero luego dijo:
-Debes creer esta historia, ya que si entras a la portería, no saldrás jamas.
La señora me lo dijo como llorando así que me asusté un poco. Luego de dos semanas sin que apareciera Gustavo, empecé a creerme esa historia, y entonces se me dio como idea ir a comprobarlo. Pero mis compañeros no estaban de acuerdo, mis amigos, que siempre habían querido tener una experiencia paranormal, estuvieron de acuerdo.
A la noche de ese mismo día, nos dirigimos directo hacia la portería, uno de mis amigos llevó una navaja bien afilada, por si algo se salía de control.
Cuando llegamos dentro de esta no había nada, solamente un horno, este era medio viejo, y no estaba conectado a nada, ni siquiera al gas, solamente estaba apoyado contra la pared, así que decidimos quedarnos hasta el día siguiente.
Exactamente a las 12:00 me desperté y un brillo color oro emanaba de dentro del horno, en menos de 2 segundos un brazo, parecido a un tentáculo comenzó a salir de la puerta del horno, traté de despertar a mis amigos, pero no pude y al darme cuenta ya habían salido 5 tentáculos, uno para cada uno de nosotros, yo estaba petrificado ante esa escena, y más aún cuando uno de ellos atrapó a uno de mis amigos y se lo llevó dentro.
En eso mis otros amigos se despertaron, y se encontraron con esa horrorosa escena que les heló la sangre, luego los tentáculo nos atraparon a nosotros, yo intenté gritar, pero uno de estos me tapó la boca, traté de soltarme, y gracias al sudor que tenía pude zafarme, y correr hasta salir afuera. Desde allí pude ver como a mis amigos se los tragaba el horno, desde ese momento no volví a ir a la escuela, hasta tenía miedo de dormir, lo que es seguro es que ese horno sigue estando en esa escuela y se han reportado mas casos de desapariciones de personas. Esta es mi historia, mi nombre es... Anónimo.