martes, 27 de enero de 2015

Experiencia cercana a la muerte terrorífica





Yo tenía 20 años y lo recuerdo como si fuera ayer. Entré en el coche con mi amigo Gareth. Él había estado bebiendo mucho aquella noche. No debía conducir el coche, pero yo necesitaba a alguien que me llevara a casa, porque era tarde. Habíamos estado discutiendo durante todo el viaje. En un momento de rabia, él golpeó el acelerador con fuerza e intentó dar una vuelta en U. Lo próximo que supe es que yo estaba rodando hacia dentro de un gran espacio en una soga. Comencé a flotar fuera de mi cuerpo y atravesé un extraño túnel de luz. Yo no sabía adónde iba, pero no podía controlar hacia donde era como chupada. Durante una fracción de segundo, pensé que me dirigía hacia el cielo, pero repentinamente algo sucedió. Me detuve en seco en ese túnel y, como un relámpago, empecé a caer más y más rápido.

Sentía que caía verticalmente en una especie de agujero negro. Era tan oscuro que, mientras caía, empecé a escuchar chillidos, gritos, horribles risas y el olor más putrefacto que pueda imaginarse. Entonces, la oscuridad se convirtió en fuego, y yo caía hacia un inmenso horno. El fuego comenzó a consumirme y empecé a chillar. Aterricé sobre mi espalda, choqué con lo que parecían rocas y sentí un dolor horrible por todas partes.

Cuando abrí mis ojos, me di cuenta de que no estaba sola, porque unas extrañas criaturas comenzaron a agarrarme y arrastrarme hacia lo que parecían unas puertas negras inmensas. Empecé a patear y a chillar, gritando a todo pulmón. Recuerdo que una criatura gigante empezó a rasgarme la piel de la espalda con lo que parecían sus afiladas uñas, otra empezó a tirarme del pelo fuertemente, otra me pateó, me tiró, riéndose y burlándose acerca de asuntos personales que parecía conocer de mí...

Recuerdo haber visto repentinamente a Gareth, colgado boca abajo con clavos atravesándole las manos y los pies. Aquellas criaturas empezaron a azotarlo. El fuego lo consumía y la carne de sus manos, pecho y cabeza ya había comenzado a fundirse y a pelarse. Lo miré a la cara. ¡Él estaba aterrorizado! Y empezó a llorar de forma incontrolable, suplicándoles que no lo hicieran. 

Repentinamente, yo grité: Dios mío, por favor, ayúdame... Y, de pronto, una gran succión me arrancó de sus garras y comenzó a llevarme de vuelta al túnel, despertándome ante la voz de una doctora. Ella me dijo que, después de dos horas, yo me había recuperado, pero Gareth no. Aparentemente, mientras ellos intentaban revivirlo, su corazón cedió. La hora de su muerte había sido confirmada media hora antes que la mía.

Hasta hoy juro que todavía puedo oler ese olor a podrido de carne quemada y pelo quemado. Antes, incluso, me solía dar fiebre cada vez que pensaba sobre lo ocurrido a Gareth y sobre dónde estará hoy día.

No hay comentarios:

Publicar un comentario